lunes, 24 de junio de 2013

“EL CUERPO Y LA MÚSICA”



 Zadel Patricio Lúa


La relación entre el cuerpo y la música puede no parecer intrínseca, sin embargo lo es

Desde tiempos ancestrales, los ritos sagrados estuvieron totalmente ligados a la música y por consecuencia, a la danza, es así que varias culturas del mundo dejaron vestigios de aquellos ritos, en donde rudimentaria mente se danzaba al compás de instrumentos de percusión, entre otros, y hago énfasis en la percusión, porque cuando se trata de danzar o bailar, se hace mas caso al ritmo que a las percusiones.

Tal es la influencia que ejerce la música en nuestro cuerpo que, “no existe otra manifestación que eleve nuestros espíritus con tanta fuerza”[1].

Es así que incluso hasta nuestros días la música y el rito, ya sea sagrado o de cualquier otra índole, lleva consigo, generalmente, música y de igual manera movimiento corporal, o simplemente el disfrute de ella por medio del baile.

Se han efectuado estudios neurobiológicos que afirman que la música acelera o retarda las principales funciones orgánicas como el ritmo cerebral, la circulación, la respiración, digestión y metabolismo; así también incrementa o disminuye el tono y la energía muscular; modifica el sistema inmunitario.

En el campo psicológico la música puede estimular diversas emociones y sentimientos. Es una fuente de placer, y suele provocar catarsis y sublimaciones, trae a la memoria olores y colores, puede modificar el estado de ánimo del oyente y su percepción del espacio y del tiempo.

Se presume también que intelectualmente, la música desarrolla la capacidad de atención y favorece la imaginación y la creación; estimula la capacidad de concentración y la memoria a corto y largo plazo: también desarrolla el sentido del orden y del análisis, a grandes rasgos ejercita la inteligencia.

En el campo de la salud, se encuentra la musicoterapia, que según artículos, con cada uno de los elementos de la música, se logran diversos resultados, por ejemplo:

La melodía influye directamente sobre el ámbito de la afectividad, se relaciona con estados subjetivos de placer-no placer, alegría-tristeza.

El ritmo, en su condición de elemento dinámico, actúa como estimulante del estado físico y anímico.

La armonía, cuando es disonante, provoca estados de ansiedad, inquietud o agitación; por el contrario, cuando es consonante, se relaciona con estados de serenidad, equilibrio, estabilidad y reposo.

El timbre o tono, provoca respuestas emocionales diversas de acuerdo con ls naturaleza del instrumento; así los de metal excitan, los de viento impulsan, las cuerdas sedan y los membranófonos calman.

La altura, cuyo equivalente subjetivo es el tono, cuando es alto provoca un estado de cierta excitación o alegría; pero si es excesivo provoca molestia e irritabilidad.

La intensidad, cuando es débil provoca sensación de intimidad y expresa quietud y serenidad; cuando es alta puede provocar molestias psicológicas y físicas (dolor)[2].

Vemos pues, que más allá de un simple movimiento corporal, la música influye en cada uno de los aspectos del cuerpo, de maneras inimaginables, teniendo así varios usos para el mismo.

El cuerpo es entonces, el medio de expresión más tangible para la música, es casi afirmar que cuerpo y música son uno mismo.

2 comentarios:

  1. Sumamente interesantes todas estas relaciones. Sin duda alguna da qué pensar.

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  2. Ciertamente la música es la eterna compañera del espíritu, del alma y del cuerpo humano, imaginar de qué manera se conectan entre sí, a través de los sentidos, es conocernos un poco más.
    Este ensayo invita a la reflexión de cuál es el lugar que ocupa la música en nuestras vidas.
    ¡En horabuena!

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