Zadel Patricio Lúa
La relación entre el
cuerpo y la música puede no parecer intrínseca, sin embargo lo es
Desde tiempos
ancestrales, los ritos sagrados estuvieron totalmente ligados a la música y por
consecuencia, a la danza, es así que varias culturas del mundo dejaron
vestigios de aquellos ritos, en donde rudimentaria mente se danzaba al compás
de instrumentos de percusión, entre otros, y hago énfasis en la percusión,
porque cuando se trata de danzar o bailar, se hace mas caso al ritmo que a las
percusiones.
Tal es la influencia
que ejerce la música en nuestro cuerpo que, “no existe otra manifestación que
eleve nuestros espíritus con tanta fuerza”[1].
Es así
que incluso hasta nuestros días la música y el rito, ya sea sagrado o de cualquier
otra índole, lleva consigo, generalmente, música y de igual manera movimiento
corporal, o simplemente el disfrute de ella por medio del baile.
Se han efectuado
estudios neurobiológicos que afirman que la música acelera o retarda las
principales funciones orgánicas como el ritmo cerebral, la circulación, la
respiración, digestión y metabolismo; así también incrementa o disminuye el
tono y la energía muscular; modifica el sistema inmunitario.
En el campo psicológico
la música puede estimular diversas emociones y sentimientos. Es una fuente de
placer, y suele provocar catarsis y sublimaciones, trae a la memoria olores y
colores, puede modificar el estado de ánimo del oyente y su percepción del
espacio y del tiempo.
Se presume también que
intelectualmente, la música desarrolla la capacidad de atención y favorece la
imaginación y la creación; estimula la capacidad de concentración y la memoria
a corto y largo plazo: también desarrolla el sentido del orden y del análisis,
a grandes rasgos ejercita la inteligencia.
En el campo de la
salud, se encuentra la musicoterapia, que según artículos, con cada uno de los
elementos de la música, se logran diversos resultados, por ejemplo:
La melodía influye
directamente sobre el ámbito de la afectividad, se relaciona con estados
subjetivos de placer-no placer, alegría-tristeza.
El ritmo, en su
condición de elemento dinámico, actúa como estimulante del estado físico y
anímico.
La armonía, cuando es
disonante, provoca estados de ansiedad, inquietud o agitación; por el contrario,
cuando es consonante, se relaciona con estados de serenidad, equilibrio,
estabilidad y reposo.
El timbre o tono,
provoca respuestas emocionales diversas de acuerdo con ls naturaleza del
instrumento; así los de metal excitan, los de viento impulsan, las cuerdas
sedan y los membranófonos calman.
La altura, cuyo
equivalente subjetivo es el tono, cuando es alto provoca un estado de cierta
excitación o alegría; pero si es excesivo provoca molestia e irritabilidad.
La intensidad, cuando
es débil provoca sensación de intimidad y expresa quietud y serenidad; cuando
es alta puede provocar molestias psicológicas y físicas (dolor)[2].
Vemos pues, que más
allá de un simple movimiento corporal, la música influye en cada uno de los
aspectos del cuerpo, de maneras inimaginables, teniendo así varios usos para el
mismo.
El cuerpo es entonces,
el medio de expresión más tangible para la música, es casi afirmar que cuerpo y
música son uno mismo.
Sumamente interesantes todas estas relaciones. Sin duda alguna da qué pensar.
ResponderEliminarCiertamente la música es la eterna compañera del espíritu, del alma y del cuerpo humano, imaginar de qué manera se conectan entre sí, a través de los sentidos, es conocernos un poco más.
ResponderEliminarEste ensayo invita a la reflexión de cuál es el lugar que ocupa la música en nuestras vidas.
¡En horabuena!